Santiago García Garrido
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Casi todos los profesionales implicados en la construcción de centrales concluyen que la supervisión de los trabajos que realizan los diferentes contratistas es el factor clave que asegura que una central bien concebida, bien diseñada, con equipos bien seleccionados, y que cuenta con empresas contratistas con suficiente experiencia acabará funcionando correctamente. Y casi todos coinciden en que en las centrales eléctricas que se construyen en los últimos años la calidad de la supervisión es inferior a la supervisión que se ejercía en los años 80-90.
Desde que las centrales eléctricas se construyen en la modalidad EPC (Engineering, Procurement and Construction), es decir, ‘llave en mano’, el cliente debe asegurar que la central no sólo alcanzará las prestaciones garantizadas durante las pruebas de aceptación o durante el periodo de garantía, sino durante toda la vida de la central.
La calidad y la fiabilidad a largo plazo suponen un cruce de intereses entre el contratista EPC y el propietario o promotor de la central. Así, utilizar los mejores materiales en una caldera, por ejemplo, supondrá un aumento de costes para el contratista, pero para el promotor significará que su caldera (uno de los puntos más conflictivos de una central termoeléctrica) tendrá una vida larga y fiable; por el contrario, la elección incorrecta de materiales o una deficiente ejecución del montaje pueden abaratar costes y no tener ninguna consecuencia durante los dos o tres primeros años, periodo en que el contratista deberá responder de posibles fallos, para aparecer más tarde cuando el propietario de la central debe soportar las consecuencias de un mal diseño o montaje sin posibilidad de reclamación. Por tanto, la necesidad de supervisión nace del hecho de que los intereses de los contratistas y del promotor son opuestos en muchos casos, a pesar de las fuertes penalizaciones a las que están sometidos los contratos EPC.
El promotor olvida en muchas ocasiones la importancia de la supervisión, confiando en la buena redacción de su contrato que vincula unas penalizaciones económicas que pueden llegar al 30% del importe a percibir, con la obtención de una serie de resultados garantizados. El promotor no tiene en cuenta que es relativamente fácil alcanzar unas prestaciones con determinados ‘trucos’ muy conocidos por los contratistas, que permiten obtener unos resultados acordes con sus intereses; pero la central debe funcionar correctamente todo el periodo de amortización, entre 20 y 30 años, y para ello es necesario que los equipos y las instalaciones no presenten determinados fallos fácilmente evitables.
Por supuesto, una central eléctrica solo puede dar los resultados esperados si está bien concebida y está bien diseñada. Para ello, el promotor debe contar o debe contratar los servicios de grupo de supervisores expertos que comprueben que la concepción de la central y el desarrollo de la ingeniería es correcto. Eso supone la revisión por parte de la propiedad de la ingeniería conceptual, de la ingeniería básica (algo fundamental, ya que los errores de ingeniería básica no se corrigen fácilmente) y de la ingeniería de detalle. Así, en la ingeniería básica de una determinada central de biomasa de pequeño tamaño no se contempló canalizar las purgas de la caldera hacia ninguna parte, ya que no había balsa de recogida de efluentes; por supuesto, la central alcanzó sus prestaciones de potencia y rendimiento, y las consecuencias aparecieron mucho más tarde, en una inspección de la administración medioambiental. Una ingeniería decidió no incluir una protección diferencial en cada consumidor de energía eléctrica (cuadros, motores, ventiladores, etc.), y colocar tan sólo uno del que depende toda la central. Cada vez que falla un equipo por derivación, dispara toda la central, con el consiguiente coste y pérdida de disponibilidad que supone un arranque. El ahorro para el contratista EPC fue de 18.000 euros, y la planta superó sin problemas todas las pruebas de aceptación. El promotor, y principalmente el personal de operación y mantenimiento de esta central, sufren las consecuencias de tan penosa decisión.
Muchos defectos sólo se detectan si se observan mientras se están realizando. Es el caso, por ejemplo, de las soldaduras. No se debe soldar con electrodos fríos, y por ello, el soldador dispone de un pequeño horno para calentar los electrodos. A primera hora es cuando se detectan estos problemas, pues a veces soldadores con poco criterio deciden empezar a soldar sin esperar a que los electrodos hayan alcanzado la temperatura adecuada. Los posibles defectos no siempre se detectan cuando se radiografía la soldadura, y no siempre se radiografían todas, así que si el soldador comienza a soldar con electrodos fríos es posible que provoque defectos que no sean detectados pero que terminen originando una fuga o una rotura mucho tiempo después. Un supervisor mecánico de campo experimentado nunca pasaría por alto este problema, y pararía los trabajos si detectara que algún soldador está realizando soldaduras sin esperar a que los electrodos hayan alcanzado la temperatura adecuada. Existen muchos otros ejemplos habituales: tuberías y sistemas enterrados, cuyos defectos de construcción quedan ocultos una vez están tapados; tuberías desalineadas, cuyo defecto no es visible una vez estén embridadas o soldadas, cables mal instalados en bornas que provocarán puntos calientes o derivaciones, etc.
En las pruebas de aceptación pueden realizarse muchas pequeñas trampas, cuya finalidad es obtener los parámetros garantizados de forma a veces poco ética. Así, la potencia de una turbina no es la misma a unas temperaturas ambientales u otras, y las fórmulas de corrección pueden beneficiar al contratista o al proveedor del equipo; por ello, el contratista buscará alejarse de las condiciones de diseño, a sabiendas de que las fórmulas de corrección le favorecen. Se pueden operar las purgas, poner en marcha generadores auxiliares, colgar los consumos auxiliares de una línea de emergencia para que la energía neta sea superior, aumentar las temperaturas de cámara de combustión para aumentar la potencia, a sabiendas de que acabada la prueba debe reducirlo, o permitir una elevación momentánea de las emisiones de NOx sabiendo que eso hace aumentar artificialmente el rendimiento, y por tanto, beneficia los resultados de esta prueba. Un supervisor experimentado suele preparar muy a conciencia las pruebas de aceptación y no tolera ninguna arbitrariedad ni ninguna situación que suponga un menoscabo de los intereses del propietario.
La primera consecuencia es para el contratista. La falta de una adecuada supervisión propia o del promotor hará que tenga más trabajos a rehacer, puntos pendientes o problemas de garantía que con una supervisión exigente. Por tanto, una buena supervisión le ahorrará costes directos y penalizaciones.
Pero el principal perjudicado es el propietario final de la instalación, que tendrá que hacerse cargo de una instalación mal concebida, diseñada o construida durante toda la vida útil de la instalación. Eso le supondrá bajadas de producción, indisponibilidad y menores rendimientos, que alejarán la central de su óptimo económico
La falta de supervisión que se detecta en muchas obras no es tanto fruto de una estructura insuficiente o de falta de personal, sino de falta de experiencia del personal supervisor para detectar un problema. Un supervisor de ingeniería tiene que tener una experiencia demostrable muy intensa diseñando centrales. Un supervisor de campo no debería tener menos de 10 años de experiencia en el sector energético y más concretamente en construcción de instalaciones industriales: sólo así será conocedor de los problemas que origina una deficiente construcción, y podrá rechazar un sistema o paralizar un trabajo con argumentos suficientemente poderosos.
Junto a este, hay otro gran problema en la supervisión de la construcción: como ha influido la ISO 9000 en el concepto de supervisión. Ahora la supervisión es básicamente documental, en base a determinados documentos que ‘prueban’ y ‘garantizan’ la calidad de los trabajos. Es muy fácil poner en un papel cualquier cosa, sea cierta o no, ya que ‘el papel lo soporta todo’. La supervisión documental, aunque necesaria, no es suficiente. En cierta central termosolar en construcción, un grupo de supervisores hablaba de que deberían proponerse visitar la obra al menos una vez a la semana. Eso quiere decir dos cosas: ni siquiera iban por la obra una vez a la semana, y que el trabajo en la oficina absorbía todos los recursos. Evidentemente algo fallaba.
Pero el promotor también interviene negativamente en la supervisión no permitiendo que los supervisores realicen su trabajo correctamente, es decir, parando trabajos o pidiendo que se rehagan trabajos mal hechos. En la muchas ocasiones, son las prisas por acabar lo que hace que los informes negativos de los supervisores se pasen por alto, e incluso, algunos supervisores han sido despedidos por reiterar su quejas sobre la aceptación de una instalación deficiente, o desanimados, han dejado su trabajo para intentar buscar una empresa con comportamientos más profesionales. Los plazos deben cumplirse, pero no a costa de aceptar equipos, sistemas o instalaciones deficientes.
Director Técnico de RENOVETEC.